Friday, July 23, 2010

Ay

Viernes en Quito, mal dormir, como hace mucho. Ecos de voces indeseadas. Recuerdos que se hacen cada vez más recuerdos. Deseos de calma y tranquilidad. Lo real es distancia cercana. Lo real nos descubre, revela, abre. No queda más que someterse a su influjo inevitable. Sólo hay una forma de escapar a lo real, y es simple. Se llama realizar. En eso están muchos. Yo hoy, por ahora al menos. No.

Friday, July 02, 2010

Me llama la distinción entre Identidad y Subjetividad. A veces creo que no discriminamos mucho entre ambas, que damos por sentado que son exactamente lo mismo, sin reparar en las enormes diferencias existentes entre ellas. Pero al intentar ver su esencia es posible pensar que en las diferencias entre ellas hay cierta salida a las complejidades que nuestra sociedad enfrenta hoy por hoy.

Identidad, vuelta del espejo, de eso que vemos y nos reconoce, remirando lo conocido. Sabemos que estamos, que somos, que eso éramos y que posiblemente eso seremos. Si tenemos suerte. Identidad de un "x" igual a un si mismo "y". Somos miles de operaciones permanentes que buscan mantenernos en lo mismo, esforzando el no cambiar. ¿Será cierto esto? ¿Cómo nos arreglamos la cabeza y el corazón para creer que realmente seremos mañana los mismos que hoy?

Subjetividad, espacio compartido por muchos. Somos sujetos de algo, a un contexto; algo que nos subyuga. Subjetividad como espacio diferente, donde lo propio confunde lo colectivo. Subjetividad apertura a lo político, que permite ser igual en diferencia. Diferencia, similitud, cambio y permanencia. Juegos reflexivos para una vida que en ellos se arranca.

Me encanta Ratatouille, donde ratón, cocinero o comida son lo mismo. Quizá por ello la comida francesa es tan buena. Se comprende que no hay diferencia entre lo que somos, lo que éramos, lo que seremos. Finalmente todo queda y se mezcla en la "panzita" ese espacio interior que es parte del exterior.

Wednesday, August 27, 2008

Denominación de Origen

Me sorprende como insiste la pregunta sobre el origen de las cosas, los conflictos, las relaciones, los problemas, las soluciones. Al parecer, atrapar el origen nos pondría mágicamente en contacto con la posibilidad de resolver los avatares del presente y las complejidades de un futuro posible. ¿Qué preguntamos cuando preguntamos por el fundamento? ¿Preguntamos por el momento fundacional?

Si preguntamos por el origen de una uva, decimos que la compramos en la verdulería o en el supermercado; cuando mucho diremos que es de la zona central. Si preguntamos por el origen de un vino, Colchagua o Casablanca, o Australia, aparecen rápidamente en nuestro aparato fonético. Si preguntamos por el origen de un problema, alguna teoría aparece para justificar nuestra explicación posible. Razones que la razón no conoce…

Tanta importancia al origen, investido como un espacio de sabiduría y expansión que contiene en él respuestas a un futuro incierto, a un pasado incómodo. Este lugar originario habita más allá de la dimensión real de la vida. Lo que consideramos origen es relativo al lugar desde donde se hace la pregunta. Cuando nació mi hijo es algo que siempre me pregunto. Nació el 24 de marzo en la Alemana, o nació el día que nos casamos con Pamela para traerlo al mundo aun sin conocerlo. No lo tengo claro. ¿Importa? ¡Por supuesto que sí!

Nietzsche pensaba el origen desde una óptica totalmente diferente, como un punto de inicio de algo ya en movimiento. No existe el comienzo simplemente desde la nada. Los eventos tienen en su devenir una historia que los crea desde antes de su constitución, las cosas ya son mucho antes de ser y siguen siendo mucho después de su silencio. El vino nace del deseo de beber, un hijo de la necesidad de transcender y germinar (para algunos).

Más que comienzos me gusta pensar en inicios, en esos instantes cuando un conjunto de fuerzas se ponen en relación para generar un vector nuevo en el universo. Aunque suene medio esotérico, me agrada pensar en metáforas de movimiento más que en puntos estáticos. Ellos no dan cuenta de la experiencia como tal, de este mundo que nunca para, que no para nunca de respirar, que no se detiene, que no desespera. Eso es finalmente verbo. Movimiento, esparcimiento, ocupación de espacio. Topología.

Esta invitación a cambiar los ejes de pensamiento, puede no aparecer como nueva pero si novedosa. El origen poco importa como acto fundacional, sino más bien como un espacio de generación y futuro, de creación de presente. El origen nos ayuda a comprender los espacios vacíos de certeza y llenos de incertidumbre. Finalmente ahí se encuentran, en perpetuo movimiento, las semillas de esta vida.

Sunday, August 24, 2008

Apropiarnos de nuestra responsabilidad como usuarios del mundo

Aprendí ayer que Picasso decía "no pinto lo veo, sino lo que pienso". ¿Enfrentamos con la misma visión nuestra vida cotidiana, dedicando sistemática y conscientemente tiempo para pensar aquello que pintamos en nuestra vida? Vivir es creación permanente en los negocios, la casa, el matrimonio y cada pequeño acto que enfrentamos. Pero, ¿lo hacemos con el desafío de crear algo nuevo, innovar, desarrollar? La vida se parece mucho a un lienzo en blanco, una permanente posibilidad abierta en caminos infinitos que solo a veces somos capaces de ver. La vida es simplemente maravillosa, lo más hermoso que tenemos y su poesía (del Griego poiesis, que significa crear, hacer) consiste en poder inventarla cada día.

Hay muchas cosas que inundan nuestro ser cotidiano en las más diversas esferas de la vida: las tareas rutinarias, las complejidades que aparecen a última hora (como deben precisamente hacerlo). Sin embargo existe un elemento que determina buena parte de nuestra existencia, el mercado. Hemos cambiado el lenguaje y nos referimos a este espacio como "la Economía", sin embargo desde hace mucho ese espacio es el lugar donde los humanos intercambiamos aquellas cosas (físicas y no materiales) que requerimos para vivir. El mercado es mucho más que una abstracción económica, un dato, es un evento cierto y más que relevante en nuestras vidas cotidianas. Independiente de cuanto nos agrade y más allá si lo queremos u odiamos, este espacio es una realidad a la cual no podemos escapar. ¿Hemos convertido este espacio de relación con otras personas y otras empresas una prisión horrorosa o existe la posibilidad que contenga las posibilidades para el desarrollo de nuestras potencialidades? ¿Grilletes o pinturas para pensar esta vida? Pensarnos a nosotros y en ésta circunstancia es una actividad no menor, compleja, pero sin duda necesaria para una posible apertura de nuevos mundos.

La comunicación al igual que el mercado es un evento en si misma. Es imposible evitarla, al punto que al cortarla hacemos con dicho acto una afirmación de la misma. Esto es perfectamente aplicable a la esfera que denominamos el mercado actual; las empresas se comunican permanentemente con sus clientes, desde la venta, la publicidad, los vendedores, la papelería, la vitrina, sus accionistas, etc. No puedo dejar de preguntarme, ¿las empresas con sus comunicaciones son una invitación a pensar una vida con sentido, una vida que al ser vivida permita llenar de colores y texturas nuestro lienzo? Será que al pensar una comunicación con ese sentido, pondremos fin a las comunicaciones como las desarrollan las corporaciones hoy, o estaremos enfrentando con una nueva lógica la comunicación cotidiana que inevitablemente tenemos con las empresas. Las personas no somos tontas, ni usted ni yo, y menos quienes trabajan en las empresas; finalmente todos lo hacemos de alguna manera. No podemos seguir tratando a los receptores de los mensajes como si fueran tontos, porque creamos o no, a la larga estas cuentas se pagan a un valor no menor.

Las empresas y las personas viven en la misma esferas, pero en mundos separados. Las empresas contratan expertos para saber qué piensan las personas. Las personas que trabajan en las empresas no saben lo que las personas de la calle dicen sobre las personas que trabajan en las empresas, y finalmente nadie sabe nada o bien se cree saber algo que a la larga se prueba irrelevante. En este discurso delirante hay algo que nos puede hacer salir del ciclo, un común denominador en este complejo problema: las personas. Somos todos los mismos. El mercado puede ser comprendido como el conjunto de acciones que cada uno de nosotros ejecuta en ese espacio en donde ocurren las transacciones. Aquello que hacemos todos los días, en el mall, la feria o Internet, hacen que el mall, la feria e Internet sigan operando y ellos en esta operación conjunta, nos rehacen en un ciclo permanente. Si no entendemos que el proceso es así de complejo y simple, de una apropiación conjunta y permanente, no podremos operar con libertad en la tarea de hacernos a nosotros recreando nuestras vidas todos los días. No es una guerra, es una obra en la que estamos todos embarcados. Si vale o no la pena poner colores aquí o allá, o si es suficiente tener dos colores o más no es lo central. Lo fundamental es recuperar nuestra libertad frente a nuestras opciones. Quizá nunca la hemos perdido, sino simplemente la hemos convenientemente cedido. Pintar la vida y el mundo es nuestra tarea, irrenunciable, intransferible.